En un mundo digitalizado, en el que «tipear» es mucho más rápido que escribir a mano y en el que se ha perdido la tradición del mensaje de puño y letra, no son pocos los que comienzan a repreguntarse sobre el valor de la enseñanza de la letra cursiva.

Nadie lo duda, es un hecho: se escribe cada vez menos a mano, y las generaciones nativas digitales nunca llegan a dominar el arte de la cursiva.

De chiquitos se familiarizan con el iPad, el celular de los padres, la computadora. Aprenden el significado de las palabras desde las teclas. Estudian y toman notas en las clases grabándolas con sus iPhone, realizan trabajos prácticos digitalmente, y solo deben seguir escribiendo a mano algunos exámenes.

Hay claras ventajas en la escritura digital: la velocidad (innegable), la claridad o legibilidad, y la posibilidad de rápida edición y corrección.

Pero surgen preguntas: en la era de los mensajes de textos y las notas escritas en el iPad, ¿la escritura es solo una herramienta y, por lo tanto, no importa cuál sea el soporte? ¿O escribir a mano cumple realmente una función neurológica? ¿Estamos dispuestos a perder una tradición milenaria? ¿Debemos sumarnos al plan «anti lapicera» o resistirnos a su desaparición?

En EE.UU. se cuestionan si la enseñanza de la cursiva en los colegios debe continuar. Aunque, si se la erradicara, igualmente se seguiría enseñando a escribir en letras de imprenta. También hay movimientos de cambio en Francia, donde el aprendizaje de la cursiva es sumamente estricto -en hojas pautadas y con reglas definidas en cuanto a la forma y el tamaño de los caracteres-, y por lo tanto se plantea la posibilidad de enseñar una cursiva más laxa, más itálica.

Los cambios no son drásticos, pero lo cierto es que el mundo se está moviendo en un rumbo distinto.

Cómo reinventarse

En la otra vereda, marcas con muchos años de vida como Parker, Montblanc, Waterman y Cross, de repente empiezan a sentir el impacto. Deben hacer esfuerzos para mantenerse vigentes, adaptarse a las nuevas necesidades del mercado y no perder atractivo. Pero, ¿cómo lo hacen? Históricamente, las innovaciones en materia de escritura estuvieron ligadas a la claridad y velocidad para la posterior lectura. ¿Eso quiere decir que aferrarse al arte del puño y letra es atentar contra la selección natural de la Verdana de Microsoft?

Aunque muchos creen que la lapicera se ha convertido en un instrumento obsoleto y accesorio, ciertos beneficios del escribir a mano no pueden ser reemplazados por el salto hacia lo digital. «Hay algo en el movimiento físico que ayuda a imprimir una huella en la memoria, a organizar las ideas», comienza diciendo Maya Oiknine, directora global de Marketing de Parker.

Y añade que según estudios neuropsicológicos como los de Hervé Glasel, especialista en trastornos del aprendizaje, aprender a escribir a mano es fundamental, incluso para el aprendizaje de la lectura. «En cierta manera, por lo tanto, son procesos que se refuerzan mutuamente».

Hace tres años que Oiknine rige los destinos de la marca. Es una creyente devota de Parker, y explica cómo se reinventa para adaptarse a las nuevas reglas del juego, sin olvidarse de lo que fue. «Para romper las reglas, primero hay que saber respetarlas -asegura-. Parker tiene una gran historia de la que se siente orgullosa, pero también es una compañía que mira hacia adelante; siempre fue una marca de vanguardia. La flecha de su logo es una muestra de nuestros valores».

Sin embargo, Oiknine tampoco ignora que hoy, el mayor desafío de Parker es mantenerse relevante en el mercado, en especial para las nuevas generaciones. «El mundo digital modificó las reglas de consumo para casi todos los productos -apunta-, pero la persona que quiere escribir sigue necesitando un instrumento confiable, y nosotros cumplimos con esa expectativa. A pesar de lo que indica la tendencia global a primera vista, Latinoamérica está mostrando un crecimiento en el consumo de lapiceras, y lo mismo se advierte en Asia».

Parker cumplió 125 años en 2013. Sin embargo, no parece sentirse vieja. Como líder de la industria, está dispuesta a dar batalla con el fin de seguir en el primer puesto. De hecho, para festejar ese aniversario decidió poner una mirada en el pasado y el futuro al mismo tiempo, y lanzó la línea de edición limitada Urban Premium, que recuerda los modelos emblemáticos de la marca, en colores amarillo, naranja y azul marino, con cuerpo de aluminio, efecto cepillado y bordes dorados, que añaden dinamismo y modernidad. El look & feel de sus nuevas lapiceras es decididamente actual, pero la esencia se mantiene.

Objetos de deseo

En 1888, la corta duración de las plumas y los derrames de tinta eran dos grandes problemas en la industria de la escritura. Fue entonces cuando George Safford Parker se propuso cambiar la historia. Fundó la Parker Pen Company y, un año después, patentó la primera pluma estilográfica. En 1921 lanzó el legendario modelo Duofold, conocido como «Big Red».

Otra innovación se produjo en 1931, cuando Parker desarrolló y patentó «Quink», la tinta de rápido secado. A finales de esa misma década llegó al mercado la Parker 51, el modelo que combinó el concepto de instrumento de escritura con el de joya.

Uno tras otro, así fueron naciendo sucesivos «objetos de deseo», y dominaron el mercado hasta la aparición de los bolígrafos en la década de 1960. Pero no lograron marchitar sus laureles: años antes, las lapiceras de Parker habían tenido el privilegio de ser elegidas para firmar importantes documentos, como el armisticio de la segunda Guerra Mundial y los tratados de desarme entre los EE.UU. y la Unión Soviética.

En 1993, Parker fue adquirida por Gillette, que ya poseía la marca PaperMate y la célebre Waterman.

Una década después, Gillette vendió su división de escritura a Newell Rubbermaid.

 

POR LUZ LANDA | DEL EQUIPO MULTIMEDIA DE WOBI 

Extraído de diario "El País" de Montevideo, suplemento "El Empresario".