Desgraciadamente, no siempre es fácil saber qué es lo que hay que hacer. Son muchos los valores en juego y la complejidad de las materias, a la vez que son limitadas nuestra capacidad de entenderlas a cabalidad y evaluarlas.

Necesitamos una buena metodología de análisis de casos éticos para formarnos un juicio moral adecuado y actuar en consecuencia.
La clave es hacer un análisis cuidadoso de las implicancias éticas de una decisión, basado en la dignidad de las personas como eje decisional.
Las decisiones éticas requieren ponderar el bien que se produce y el mal que resulta imposible evitar. Hay que evaluar las alternativas, tomar la decisión y hacerse responsable de ella. Se recomienda seguir los cuatro pasos siguientes:
1 Considerar la intención:
Es decir, la motivación que tenemos al realizar una determinada acción. Esto exige preguntarse por el sentido de la decisión, el fin o fines a los que se orienta, la definición de lo que se busca. Hay actos que involucran directamente la inteligencia, la voluntad y la libertad. La intención constituye el aspecto formal de un acto moral.
2 Calificar el acto mismo y recordar dos puntos clave:
El primero, que el principio ético fundamental es "la primacía de la persona humana en virtud de su dignidad y libertad". Cada ser humano es un fin en sí mismo que está llamado a desarrollar todas sus capacidades en todos los ámbitos en los que se desenvuelve su vida, para llegar a su plenitud como ser humano. El ser humano no puede ser empleado como un medio para cualquier fin, por muy noble que sea.
Y el segundo punto clave es que el "el fin no justifica los medios". No basta que la intención sea buena; la acción o acciones para llevarla a cabo también han de serlo.
3 Examinar las circunstancias:
Éstas pueden agravar o disminuir la bondad o la malicia moral de los actos humanos. Por ejemplo, siendo el robo siempre un mal, es distinto robar grandes sumas de dinero para enriquecerse ilícitamente, que hacerlo para alimentar a un hijo con hambre. Las circunstancias pueden atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra.
En todo caso, las circunstancias no pueden hacer ni buena ni justa una acción que es mala de suyo, como matar, robar, mentir, levantar falso testimonio u otras.
4 Hacer una evaluación final:
Por último, es preciso considerar que, lo queramos o no, en la práctica, muchas decisiones bien intencionadas, que conducen a acciones que no tienen reparos éticos y se dan en circunstancias que no disminuyen su bondad, podrían tener efectos negativos sobre algunas personas o grupos de personas.
¿Hasta dónde tolerar el mal? O, mejor aún, ¿cómo mitigar el efecto negativo de nuestras decisiones?
Tenemos la responsabilidad de hacer siempre nuestros mejores esfuerzos para ayudar a las personas que se ven perjudicadas por la decisión, para que puedan enfrentar su nueva situación de la mejor forma posible. Esto contribuye a que las personas no se perciban en la empresa como mera fuerza de trabajo, sino como seres humanos que valen primordialmente por lo que son y no por lo que
hacen.

 

EL MERCURIO, Gda