Un lector, Dan, me pregunta la razón por la cual pasa esto. “Puedo recordar toda clase de detalles sobre una persona, pero olvidarme completamente de su nombre”, dice. “Incluso, después de una extensa conversación. Es algo embarazoso”.

Afortunadamente, la respuesta implica aprender una cuestión fundamental sobre la naturaleza de la memoria. Y es una cosa que, además, te puede ayudar a evitar la vergüenza de olvidar el nombre de alguien con quien conversaste durante una hora.

Para saber por qué eso sucede, tenés que reconocer que nuestra memoria no es un simple sistema de archivos con distintas carpetas para cada clase de información, incluyendo una de color brillante etiquetada como “Nombres”.

Asociaciones encadenadas

Más bien, nuestras mentes son asociativas. Se desarrollan a partir de información interconectada. Es por eso que soñamos despiertos. Te das cuenta, por ejemplo, de que un libro que estás leyendo se imprimió en París y en París está la Torre Eiffel que, por cierto, fue visitada por tu prima Mary el verano pasado. Ah, y es verdad que a Mary le encanta el helado de pistacho. Entonces te preguntás si habrá comido helado de pistacho cuando estaba arriba en la Torre.

Y las asociaciones siguen, con cada cosa conectándose a otra no por lógica, sino por coincidencia de tiempo, lugar, por cómo aprendiste la información y lo que significa.

La misma red asociativa significa que puedes adivinar una pregunta con la respuesta: Respuesta: “Torre Eiffel”, Pregunta: “El punto de referencia más famoso de París”.

Eso hace que la memoria sea útil, porque muchas veces podés pasar fácilmente del contenido a la etiqueta y viceversa: “¿qué hay en la gaveta superior?” no es una pregunta interesante, pero sí lo es cuando querés responder a la interrogante: “¿dónde están mis llaves?”.

De manera tal que la memoria se construye así deliberadamente. Nuestras memorias son increíbles, pero responden a la cantidad de asociaciones que hacemos con nueva información que recibimos y no a lo mucho que, desesperadamente, queremos recordar algo.

Cuando conocés a alguien, aprendés su nombre, pero para tu memoria es probablemente una información arbitraria, desconectada de cualquier otra cosa que sabés y de todas las cosas que, posteriormente, sabrás de esa persona.

Después de tu conversación, durante la cual posiblemente te enterarás de su trabajo, sus pasatiempos, su familia o cualquier otra cosa, toda esa información se queda conectada en tu memoria.

Imaginate que estás hablando con un tipo de camisa azul a quien le gusta pescar y que tiene un trabajo como vendedor de autos, que le gustaría dejar para dedicarse a vender equipo de pesca. Si podés recordar una parte de la información (“vender autos”) podés encadenarla a otras (“vende autos, pero quiere dejar de hacerlo”, “quiere dejarlo para vender equipos de pesca”, “le encanta pescar”, y así sucesivamente).

El problema es que el nombre de tu nuevo amigo no aparece por ningún lado porque se trata simplemente de una información arbitraria que no está vinculada a ningún otro dato de la conversación.

Trucos mentales

Afortunadamente, hay forma de fortalecer esos nexos para que queden afianzados en nuestras memorias. A continuación encontrarás la forma de recordar un nombre, utilizando algunos principios básicos de la memoria.

En primer lugar, trata de repetir cualquier nombre que escuches. La práctica es una de las reglas de oro para aprender: entre más se practica, más se fortalece la memoria. Además, cuando utilizás el nombre de alguien lo estás vinculando en tu memoria en el acto físico de decirlo y en el tópico actual de la conversación (“entonces, James, ¿qué es lo que te gusta tanto de la pesca?”)

En segundo lugar, tratá de intentar asociar el nombre que acabas de aprender con algo que ya conoces. No importa si el vínculo es completamente tonto. Es simplemente importante que encuentres alguna conexión para ayudar a que el nombre se quede pegado en tu memoria.

Por ejemplo, quizás el hombre se llama James y resulta que tenías un gran amigo en la secundaria que se llamaba James y, aunque este James está vistiendo una camisa azul, el del James del colegio solo se vestía de negro, así que nunca se vestiría de azul. Es una asociación tonta fabricada, pero te puede ayudar a recordar.

Finalmente, tratá de vincular su nombre a alguna otra cosa sobre su persona. Si fuese yo, intentaría utilizar lo primero que se me viene a la mente para crear un puente entre el nombre y algo que aprendí de él.

Por ejemplo, en inglés James es una especie de nombre bíblico. Después de todo tenés la biblia del rey James (Jacobo) y James empieza con J, al igual que Jonás en la biblia que fue tragado por la ballena y a este James le gusta pescar, pero apuesto que preferiría capturar peces a que los peces lo atrapen él.

No importa si las asociaciones que hacés son extravagantes o raras. Eso no se lo tenés que decir a nadie. De hecho, es probablemente mejor si no lo decís, especialmente a tu nuevo amigo.

Sin embargo, las conexiones ayudarán a crear una red de asociación en tu memoria y esa red impedirá que su nombre desaparezca de tu mente a la hora de presentarlo a otra persona.

Y si sos escéptico, intentá esta prueba rápida. Apuesto a que podés recordar a James, que no es Jonás. Y probablemente te acuerdas de la prima Mary (o al menos que clase de helado le gusta), pero ¿te acuerdas del nombre del lector que hizo la pregunta?

Ese fue el único que introduje sin elaborar nuevas conexiones alrededor del nombre y es, por eso, que apostaré a que es el único que has olvidado.

(La Nación, GDA)